Hay un género fotográfico que hoy ha caído en desuso o como mucho está mal recordado. La fotografía puede ser elemento y base de otros conceptos artísticos tales como la cartelería o el collage, por no hablar de la escultura y otras artes. Sin embargo la puesta de largo sobre papel, que eso es una fotografía, parece dejada en desuso. Por eso para ver el arte del fotomontaje que nos trae aquí tenemos que retroceder un siglo. Sí sí, un siglo entero. Uno de los artistas que más nos fascina es el ruso, perdón soviético, Gustav Klutsis. Lo aúna todo; fotografía y diseño en buena armonía.
Klutsis nació en 1895 en Latvia. Tras estudiar con Casimir Malevich se descubrió a sí mismo como uno de los diseñadores más prometedores. Y gracias al uso de la fotografía. A partir de ahí sentó cátedra en el arte del diseño y en especial de la cartelería. Esa cátedra se resume en este libro antológico que es una exposición lanzada el 12 de marzo para continuar su periplo por muchos lugares. Gustav Klutsis fue el retratista de su época. Una época dura, la impulsiva primera mitad del siglo XX. En su tierra, la URSS, la Historia se hacía a base de martillo y de hoces. De agricultura, industria y armas. Llamémosle Leningrado, Stanligrado, San Petersburgo... Lo que cuenta son sus gentes porque a ellas van dirigidas las campañas políticas (en aquella época todo era política). Klustis consiguió con la fotografía ser el factótum del fotomontaje. Por una razón, la mejor manera de llegar a alguien es reflejarlo a sí mismo. Que se vea a sí mismo, que se identifique con su imagen. Eso es el fotomontaje profesional de Klutisis. De ahí el título de la exposición/libro que nos atañe, “Entre lo Público y lo Privado”. Esa frágil línea entre lo que el artista quiere expresar y lo que le manda el que paga, le trajo a Klutsis no pocos problemas. Entre ellos la cárcel y la muerte. Oficialmente muerto en 1944 en la cárcel de Butovo. Dicen, sólo dicen, se le paró el corazón. Pero ¿cómo ser fiel a uno mismo si después de un poder viene otro?. Al parecer su sangre bolchevique no era tan roja como la bandera de la convulsa zona soviética. O puede que fuese víctima de la persecución política que sufrió el Constructivismo. O a lo mejor es que era un idealista de los de verdad. De los que nunca verán su Utopía realizada pero no por ello dejan de alentarla. Eso es lo que muestra su trabajo, el ánimo de que merece la pena luchar por mejorar.
Y como detrás de todo gran hombre hay una mujer, parece que la musa y cómplice de Klutsis fue Valentina Kulagina. Casados en 1921 formaron un tándem excelente. Hoy en día que prima la individualidad, el siglo pasado fue propenso en parejas que dieron sus frutos. Valentina murió en 1987 habiendo continuado su labor profesional de diseño sin su amado Gustav.
Lógicamente no podemos ver con los ojos de hoy en día la obra de Klutsis, sería un anacronismo. Pero en su época era el talento a tener en cuenta. Era la llamada, el martillazo, en el ojo del espectador. Y por supuesto era el talento. Hoy en día créanme, no todos los carteles que vemos en los bosques publicitarios que son nuestras ciudades, se pueden tildar de "obra de Arte". Mientras que todo el trabajo de Klutsis y Kulagina sí lo son. ¿A qué se debe a esto?. Sería motivo para escribir un libro. Nos limitaremos a decir que hoy vivimos en el materialismo capitalista mientras que entonces se vivía en el espíritu revolucionario ruso. Cambiar el dinero y las cosas por los ideales o simplemente por una ética necesaria, está empezando a ponerse en duda. Menos mal que siempre existirán fotografías que nos recordarán la grandeza de talentos como el de esta pareja. Aunque eso sí, el que acciona el botón de la cámara fotográfica siempre es el ser humano.
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